21 de junio de 2007

Cosas del amor que me golpean

Escribir sobre lo que le sucede a uno es más complicado que escribir sobre lo que le sucede a otros, o sobre política o cualquier asunto sobre el que se tengan los suficientes conocimientos... Me estoy metiendo en el duro cuento del amor, eso que desde muchas ciencias se describe de maneras diversas, pero cuya definición es siempre incompleta.

Que la nada se parece al vacío en el que viven los desenamorados no es mentira, pero casi siempre pareciera que el amor está acompañado de dolor, o miedo, o angustia y en ocasiones hasta de mucho amor.

¿Quién dice que el exceso de amor no mata al amor? Cuando somos completamente transparentes, cuando describimos lo que sentimos, y somos capaces de hablar de aquello que nos sucede, por encima de las banalidades de las novelas o los “realitis”, pareciera que somos más propensos a quedarnos solos. Y es que la soledad en un plato que se sirve de cualquier manera y siempre sabe igual, al principio puede saber a mierda o a gloria, pero siempre, cuando nos alcanza el desespero, siempre, sabe a sangre, a boca reventada por dentro.

Amar demasiado es malo, pareciera ser que las mujeres de mi continente, o de este siglo pidieran a gritos hombre perfectos (dos puntos y abro comillas) “Bellos, buenos amantes, cariñosos, comprensivos, tiernos y hacendosos” Claro está que si además de lo anterior vienen con platica incluida mucho mejor...

Sin embargo el encanto dura poco, las mujeres se cansan con una rapidez abismal de este tipo de hombre, las aburre tanta ternura, tanta perfección, ellas, pareciera, adoran a los tipos que son capaces de dejarlas con la palabra en la boca por un partido, que odian visitar a su familia, que se embriagan, que las ignoran por los amigos, que no quieren sexo después de tres semanas sin hacerlo y en fin, de todos esos hombres que actúan como Dios manda, Como HOMBRES.

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