10 de julio de 2011

¿Crisis, en serio? ¿En qué andamos los bibliotecarios?

Es un tema de  moda hablar de crisis del libro, recortes presupuestales, cambios tecnológicos, digitalización del libro, Ereaders, Ebooks, servicios basados en la nube, la conectividad y la movilidad, y claro de la crisis del libro y de las bibliotecas… (Los invito a leer algunos informes http://goo.gl/WksWB , El informe sobre libro digital en Francia, Informe sobre el libro electrónico 2011,  LJ/SLJ Survey of Ebook Penetration & Use in U.S. Academic Libraries 2010

Pero he visto que hay una distancia enorme entre los avances tecnológicos en torno al libro y la biblioteca, y la realidad de la comunidad que atiendo, es decir, que he caído en el lugar común del lenguaje de moda, de hablar de lo que muchos hablan y olvidar lo que vivo

Pero hay aspectos básicos como el simple acceso a las colecciones de libros en papel que aun están por resolver. En la ciudad de Medellín, hay un incipiente sistema de bibliotecas públicas, al que llamamos con gran orgullo Red de Bibliotecas de Medellín incipiente porque no lleva más de 5 años prestando servicio a la comunidad y apenas se vislumbran los efectos de estos híbridos maravillosos en entornos y contextos en los que están.

Tenemos bibliotecas populares, barriales, comunitarias, escolares… de Cajas de compensación, centros de documentación, Universitarias… Pero aun en Medellín hay tanta gente sin acceso a información en el más simple anacrónico (Y del que se ha dicho hasta el cansancio que morirá) Libros y revistas de papel, y ni que decir de información en formato digital.

La promesa de la revolución digital del libro (Promovida por el interés del capital, antes que el interés de los lectores y de las bibliotecas) no se cumple, al menos en el contexto de lo que veo, desde una biblioteca Pública (Un hibrido entre lo privado y lo público, que será un buen tema para otra entrada) Y de seguro tampoco en el contexto de las editoriales y las librerías independientes, que han tenido que cerrar o dejarse “tragar” por los grandes pulpos del mercado.

Y no se cumple la promesa de masificación de uso del libro porque lo que no se da en el mundo análogo, creo yo, es imposible de replicar en el mundo digital. Día tras día me enfrento a situaciones como esta. Ya saben, lo de siempre, la brecha informacional es directamente proporcional a la brecha económica.

Un chico, con un cuaderno lleno de “orejas” en las puntas, con un lapicero mordido hasta el cansancio o un lápiz que ya no parece lápiz, se me acerca y… (Da inicio este bello predicamento)

-          Señor (La verdad nunca me dicen Señor, lo más amable es un “oe” o un “Parce” o un “oiga”…

Entonces comienza el ejercicio de mirar a la cara, de tratar de encontrar los ojos del otro, el trabajo de construir una conexión con que nos haga iguales, que le permita encontrarse en mí.

-          Necesito un libro que hable de XXXXX, o Me pusieron una tarea de, o me “toca” leerme el libro XXXXX (Y esa es la parte que mas detesto, que los profesores obliguen a leer)

Y en mi cabeza se agolpan muchas preguntas, todas a la vez, entonces debo escoger las adecuadas para entender su necesidad de información y “entender”

-          ¿De qué materia? ¿En qué grado está? ¿Es para usted la tarea? (porque como estamos en la generación de los padres mártires, son los padres quienes van a las bibliotecas a hacer las tareas) ¿De qué tema estaban hablando? ¿Qué le interesa leer? ¿Está seguro del título del libro? ¿Conoce el autor?

Luego de que este va y viene de información concluye, y mi usuario/lector tiene el libro en las manos, la pregunta mortal, ¿Cómo hago para prestar el libro?

Y suponiendo que se puedan salvar los lineamientos institucionales para el préstamo, se presentan una cantidad de situaciones que dificultan de manera exponencial la libre circulación de la información, o, el préstamo de un libro.

-          No tengo documento

-          No tengo dirección fija

-          No tengo teléfono en mi casa

-          Tengo los documentos de un primo

Maldita sea, a uno se le acaba el asunto de ser bibliotecario o bibliotecólogo (como a bien les parezca) Y da un coraje decir no… Y uno se ampara en las normas y las políticas de la institución, pero sigue ese sabor amargo en la boca todo el día.

Estos chicos, chicas, señores y señoras, mamás, amas de casa, hermanos, la gente de mi ciudad, no tienen internet en casa, lo sé porque los veo todos los días en el Centro de Internet esperando su turno, su necesidad de información y educación se ve atacada y permeada por la infoxificación, pero allí están, esperando el servicio.

Repito, no tienen Internet, ni un celular de tercera generación, y si lo tienen, no tienen plan de datos. Entonces la promesa de los libros digitales e hace añicos en esta realidad en la que yo me desempeño, decirle a uno de estos chicos que puede acceder a contenidos digitales desde cualquier lugar, en cualquier momento, es como escupirle en la cara.

Me acuerdo de las historias que me cuentan algunos de mis amigos que son docentes en las escuelas y colegios públicos de las comunas, chicos que llegan a clase a las 7:00 de la mañana sin desayuno, y salen de clase a las 12:00 del día sin la esperanza de comer el almuerzo, claro de todo hay que hablar, los restaurantes escolares han reducido estas escenas en la ciudad.

Ellos vienen a la biblioteca porque no tienen como comprar un libro, es decir, en ocasiones no tienen para sobrevivir: comer, pagar el arriendo, la lonchera, los servicios “públicos”, los pasajes para ir al trabajo. No van a cine una vez al mes, no van al Mall  con los amigos a comerse un helado.

Viven entre los Jíbaros y las balas, entre las bandas y sus necesidades propias, entre el vicio y la corrupción, y yo los veo venir a la biblioteca buscando opciones, libros, tareas, una hora de internet, conversando, jugando ajedrez, pidiendo un rompecabezas… y no sé cómo podrían hacer para acceder a un E-reader para leer un libro un libro electrónico, cuando ni siquiera pueden prestar uno de papel. (Ver informe de Calidad de Vida en Medellín,2010)

Me pongo romántico, pero no es sólo eso, es que lo que se supone que debemos hacer, siento yo, se ha ido dejando de lado para entrar en la cultura Snob de hablar y repetir los “Lugares comunes” del lenguaje… Trinar sobre libro electrónico, sobre redes sociales, sobre aplicaciones para dispositivos móviles, sobre internet… Y sólo nos leemos nosotros.

No critico, esto es muy necesario, importante e indispensable para poder saber hacia dónde movernos y que servicios ofrecer, pero se nos olvida que no todo lo que hacemos en las bibliotecas y las comunidades gira en torno a la tecnología.

De antemano pido disculpas, porque no todos viven en esta realidad, ya que para muchos es natural prestar Ebooks, ofrecer servicios para dispositivos móviles…

Muchos de nosotros aun tenemos un equipo de computo Pentium 1 en las  bibliotecas, en el que catalogamos, buscamos información y si Dios y el ingenio nos ayudan, prestamos los libros de papel de nuestro fondo, con un cariño y una devoción profunda.

Lo que me asusta de la infoxicación, del aumento de servicios de información, del relevo tecnológico acelerado al que nos obligan gracias a la obsolescencia programada, globalización, que suponemos un fenómeno liberador e igualador, nos ciega, nos hace olvidar una premisa, y es que la globalización es perversa en su naturaleza más primaria, porque no solo excluye, si no que hace invisibles a los excluidos, los oculta. (¿Será que por ello no entendemos que la crisis del libro y de las bibliotecas es el reflejo de una profunda crisis social?)

Nuestro discurso en relación a las bibliotecas, desde mi humilde perspectiva, se centra en Internet, el acceso, la movilidad, la conectividad y el conectivismo; y sobre ese precepto elaboramos un discurso bibliotecológico, creamos una nueva epistemología que excluye, que segrega, nos elitizamos “sin querer queriendo” y esperamos que nuestros usuarios vean el mundo de la información de la misma manera que nosotros.

En Biblogtecarios leía hace poco: “Las bibliotecas hemos perdido el monopolio del acceso a la información y nuestra oportunidad de ser útiles pasa por crear servicios centrados en los usuarios; ante la infoxicación las bibliotecas podemos ofrecer una dieta a base de profesionales que filtren y seleccionen con criterio”

Pero más adelante un párrafo que me parece muy premonitorio

“Si no conseguimos que el juego se convierta en servicio la movilidad en nuestras bibliotecas quedará reducida a un exhibicionismo de cacharros con aire muy “in” que desaparecerá con el siguiente juguete.”

Hay que sentarnos a pensar que es pasajero y que es permanente, no olvidar la discusión sobre el objetivo de la biblioteca, la bibliotecología y el bibliotecario; un objetivo múltiple para una realidad múltiple, un bibliotecario mutante para usuarios mutantes.

Pero eso sí, no dejemos que el sistema haga invisibles a quienes no tienen acceso, en esa tarea no soy de medias tintas, no podemos dejar que nos digan que la biblioteca es apolítica, que no tiene voz, que debe ser un espacio ascético en ese sentido, debemos ayudar a la formación no sólo de “Usuarios de Información”, sino de ciudadanos críticos, políticamente responsables, consientes de su entorno y de sus posibilidades…

 

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